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LA CASA DE LA COMUNIDAD VIII

LOS CRISTOS, LAS VÍRGENES, LOS SANTOS: LAS IMÁGENES

Todos recordaremos capillas o parroquias en las cuales hay un Cristo chico y uno grande y uno mediano, pero además la Virgen de Guadalupe chica y la grande sin olvidar a la Virgen de san Juan y por supuesto el san Juditas chiquito y al grandote de yeso, y todo ello alrededor del Cristo muerto de semana santa y de la Virgen Dolorosa… y todo ello enmarcando el altar y así todo el presbiterio de tan singular espacio sacro… ¿ya se acordaron de algún templo que se asemeje a lo que acabo de describir? Ese es precisamente el tema de este mes: las imágenes.

El concilio Vaticano II nos dejó en el documento “Sacrosanctum Concilium” cuatro directrices acerca de las imágenes sagradas; lamentablemente a pesar de los años trascurridos pareciera que esa lección no la recordamos o que la hemos olvidado por completo. Esas cuatro lecciones son las siguientes:

  1. “Manténgase firmemente la práctica de exponer en las iglesias imágenes sagradas a la veneración de los fieles”. (SC 125)

Este punto lo recordamos muy bien y siempre lo tenemos presente: el Concilio comenta que se siga la costumbre de tener imágenes sagradas en nuestros templos. Hasta aquí todo muy bien.

  • “Los Ordinarios, al promover y favorecer un arte auténticamente sacro, busquen más una noble belleza que la mera suntuosidad” (SC 124).

Ciertamente nuestro Pueblo es tan sencillo que rara vez se busca en las comunidades lo suntuoso, no va con nosotros, pero probablemente nuestra atención se debe fijar más en las otras palabras “noble belleza”, ya que en muchas ocasiones nos dejamos llevar más bien por lo barato, por lo mal hecho, por lo “chafo”, y no es cosa rara ver, hasta en muy importantes templos, imágenes de santos hechos de yeso de los que venden en los mercados sobre ruedas y eso conlleva piezas mal hechas, sin estética ni arte alguno, cumplen, están ahí y ya. A veces somos “codos”, sí, de más… y con pocos pesos, realmente, no vamos a conseguir algo que posea “noble belleza”.

3. Imágenes sagradas, expónganse: “con moderación en el número y guardando entre ellas el debido orden”. (SC 125)

En esta frase hay dos palabras claves que solemos olvidar: moderación y orden.

La moderación es no tener imágenes por docenas en el espacio sacro. Aquí por supuesto se excluye aquellos templos que por su antigüedad poseen obras dónde vemos muchas imágenes. Las imágenes antiguas deben de conservarse e inclusive hay que tener cuidado de respetar el entorno dónde esta colocada.

Pero volvamos al asunto con el cual se abrió este artículo… Cristo chico, mediado y grande, etc. Moderación. Si el factor antigüedad no lo impide, habría que enviar una o dos imágenes a la sacristía o a los salones parroquiales y no tener uno al lado del otro. Pero además el orden… el orden… ¿Cuántas veces nos ha tocado ver a la Virgen Dolorosa no al lado del Cristo crucificado y de san Juan sino de san Martín de Porres y Santa Zita? ¿Qué tienen que ver los tres? Nada, solo desorden. Eso es a lo que nos alerta el Concilio.

4. “Procuren cuidadosamente los Obispos que sean excluidas de los templos (…) aquellas obras artísticas que repugnen a la fe, a las costumbres y a la piedad cristiana”. (SC 124)

Una persona sumamente piadosa pudiera pensar “¿cómo que excluir? ¡todas las imágenes son lindas!”. Pues no, no todas son lindas. Recuerdo hace algunos años en una parroquia del estado de Veracruz vi una imagen de manufactura reciente de Dios Padre que en lugar de mover nuestro corazón a sentirnos el Hijo Pródigo que regresa a la casa paterna pareciera ser que más bien nos quería conducir irremediablemente al fuego eterno…

O aún peor… aquellas parroquias donde hay imágenes que provocan risa en lugar de devoción. Sí, sí las hay. ¿Verdad?

Actualmente se recomienda que en las parroquias haya un espacio devocional dónde se puedan colocar las imágenes que son para la devoción personal, liberando así el espacio de la asamblea parroquial de muchas imágenes, que en el templo principal este el Cristo, la Virgen y el santo patrono, y nada más, y que en el espacio devocional estén las demás advocaciones marianas (Fátima, Lourdes, Del Roble, etc.) y los santos que no son el santo patrono, la Divina Providencia, etc.

Todo esto que se comenta en este artículo, como lo hemos comentado en varias ocasiones ya en esta serie de escritos, no es sólo tarea del Sr. Arzobispo o de los párrocos o rectores. Los laicos tienen muchos que ver en todo esto. Recordemos algunos puntos al respecto:

  • No obsequiar a la parroquia aquella imagen que no es de “noble belleza”,
  • No oponerse al párroco que desea mover a la sacristía el santo, y nos oponemos porque “lo regaló mi abuelita y siempre ha estado ahí”,
  • No regalar un poster enmarcado y exigir que sea colocado en equis lugar o si no “el Arzobispo va a saber cómo nos trata, la curia lo sabrá” …

Es tarea de todos conservar lo bueno, con orden, con decoro, descartar lo que esté de más. Es tarea de todos. Hagámoslo.

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