“Lo que nos une es más que lo que nos divide”, es una frase que se ha utilizado en diversos ámbitos, donde se busca resaltar de fondo una intención, mantenernos en una relación propositiva, en amistad y continuar caminando juntos.
Al iniciar la reciente Asamblea de Obispos, en su mensaje de bienvenida, Mons. Rogelio Cabrera, Arzobispo de Monterrey y Presidente de la CEM, invitó a vivir: la comunión contemporánea, “una comunión que debe ser teológica, pastoral y afectiva”.
Hoy entre los mismos católicos se viven momentos difíciles, donde “la fraternidad católica está herida”, basta ver las redes sociales, que se han vuelto campos de batalla, donde diariamente se discute, divide y polariza.
Citando al predicador del Papa, el Cardenal Cantalamessa, al igual que lo hizo Mons. Rogelio en el mensaje de inauguración de la reciente Asamblea de Obispos, encontramos el origen de estas divisiones:
“¿Cuál es la causa más común de las divisiones entre los católicos? No es el dogma, no son los sacramentos y los ministerios: todas las cosas que por singular gracia de Dios guardamos íntegras y unánimes”.
“Es la opción política, cuando toma ventaja sobre la religiosa y eclesial y defiende una ideología, olvidando del todo el sentido y el deber de la obediencia en la Iglesia”.
¿Esto quiere decir que nuestra obediencia debe ser ciega? Definitivamente la Iglesia siempre está abierta a la reflexión, a las propuestas, siempre y cuando sean humildes, respetuosas con los demás y pacíficas.
Creo que una grave tentación siempre será tratar de imponerle nuestra propia visión de cómo deben ser las cosas, sin escuchar, sin atender sin abrir el corazón. La verdad es la verdad, y siempre tendrá que ser defendida, pero siempre de la mano del amor. Bien se dice que verdad sin amor es crueldad, Jesús conocía los corazones y la verdad de cada persona, pero siempre los trato a cada uno con misericordia.
San Ignacio de Antioquía, quien el mismo se define como «un hombre al que ha sido encomendada la tarea de la unidad» (Carta a los cristianos de Filadelfia, VIII, 1), diría a la comunidad de Esmirna que «nadie haga nada en lo que atañe a la Iglesia sin contar con el obispo».
Se requiere, por parte de todos, «mutua confianza, paciencia, dulzura, capacidad de comprensión y de espera, un amor a la Iglesia más grande que el amor a sí mismos y a las agrupaciones a las cuales se pertenece» (Pastores dabo vobis, 59).
Tenemos en la Iglesia de Monterrey, un pastor con olor a oveja, siempre dispuesto a escuchar hasta donde sus capacidades y obligaciones le permiten, con alta sensibilidad y misericordia.
Damos gracias a Dios por ello, mantengámonos en comunión con Él; “el obispo es para la comunidad lo que Jesucristo es para la Iglesia Católica universal: donde aparezca el obispo, esté allí la comunidad”.
Felicitamos a Don Rogelio por su 25 aniversario episcopal y le deseamos que Jesús el Buen Pastor le recompense su entrega y generosidad al servicio del pueblo de Dios.
