Recibía la parroquia de la Sagrada Familia a una delegación de más de 100 representantes de la Comisión Nacional de Pastoral Familiar, y esa noche otoñal brindaba en el claustro de la Iglesia, una exquisita cena a los distinguidos invitados, venidos de todas las diócesis de la República. Al inicio de la velada el párroco anfitrión, orondo, les dio la bienvenida, y dijo que la cena era ofrecida por el grupo de adultos mayores que representaban la crema y nata de la comunidad parroquial, las mismísimas fuerzas vivas.
A mitad de la noche, las pobres señoras del septuagenario grupo sudaban la gota gorda, intentando hacer rendir las tortillas rojas, las papas y el queso, para armar la mayor cantidad de enchiladas que fuera posible, porque la demanda nomás no paraba. Tuvieron que ir por más vasos y hielo para que alcanzara el agua de jamaica. El feliz párroco, quitado de la pena, cantaba y departía, echándose sus buenas quesadillas con agua de horchata, deleitando a las visitas.
Al final de la estresada noche, Doña Juanita, la coordinadora del Grupo llamado Anochecer Dorado, tomó la palabra, agradeció la vista, el apoyo del párroco 🙄, y la oportunidad de servirlos, aunque no habían alcanzado los tacos 😱🤦🏻, reafirmando lo que con tanto orgullo había dicho antes el señor cura, que efectivamente, las que sirvieron, habían sido las fuerzas “casi” vivas de la comunidad.
+Alfonso G. Miranda Guardiola.

Lic. En Comunicación y Desarrollo Organizacional Maestro en Métodos Alternos en Solución de Conflictos.
