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TEMPLO DE SAN LUIS GONZAGA, MONTERREY, SEGUNDA PARTE

En el mes pasado comenzamos a repasar la historia del templo de san Luis Gonzaga, comenzando por su diseño original, fruto del genio del afamado arquitecto Adamo Boari, hasta el inicio de su construcción. Hoy retomamos esta historia centrando nuestra atención en la estancia de las Religiosas de la Cruz en este templo. 

1919 LLEGAN A SAN LUIS GONZAGA

Las Religiosas de la Cruz llegan el 23 de mayo a Monterrey con la intención de fundar una comunidad y tres días después el arzobispo Francisco Plancarte y Navarrete les ofrece el templo de san Luis Gonzaga, para que ahí funden su casa y atiendan el templo que tendrá un fin expiatorio, es decir, que sea un lugar para pedir perdón a Dios por las ofensas que se cometen en contra de su divina majestad. La fundadora, la beata Conchita Cabrera de Armida hace alusión al donativo de san Luis Gonzaga en su Cuenta de Conciencia “Supe que en Monterrey el Illmo. Sr. Plancarte, les ha abierto los brazos a las de la Cruz, les ha regalado un templo expiatorio”. 

En ese entonces el templo no estaba del todo concluido, de sus cuatro torres sólo una estaba terminada. Las Religiosas en sus crónicas narran que algunos de los vitrales estaban perforados por las balas de las luchas revolucionarias. 

Las escrituras les fueron dadas a las Religiosas el 4 de junio de ese mismo año. Pocos días después se hará la fundación oficial la cual estará a cargo del Sr. Echevarría, obispo de Saltillo, quien estaba de visita en Monterrey, este evento será en la solemnidad de Pentecostés que aquel año se celebró el 8 de junio. Fue nombrado capellán y confesor de la comunidad el P. Juan José Hinojosa Cantú. En un primer momento las religiosas no habitarán aquí sino en una casa cercana.   

1919 SE MUDAN LAS RELIGIOSAS

El 24 de octubre la comunidad se traslada de una casa de la calle Matamoros a residir en los salones adjuntos. El arreglo de la casa corrió por cuenta de generosas familias regiomontanas bienhechores de las Religiosas.   

1919 VISITA DE LA BEATA CONCHITA

Una visita de la Beata Conchita se dará en el mes de diciembre de 1919, la visita durará un poco más de un mes. Dado que el templo es la sede de la comunidad de religiosas, Conchita se hospedó en esta ocasión en San Luis Gonzaga: “Atrás está la sacristía y ante-sacristía y descansando en ellas dos piezas en el piso superior, a estas piezas llegaba”. Una de las religiosas fundadoras de la comunidad es su hija Teresa de María Armida Cabrera la cual era la sexta en orden de nacimiento de sus hijos. 

1923 BENDICIÓN DEL TEMPLO

El templo se había concluido ya que generosas familias velaron por la conclusión de la obra. La ceremonia de bendición se efectuó el 18 de abril. Con ocasión de la bendición, la beata Conchita llegó a Monterrey algunos días antes, arribó el 11 de abril. Además de venir a visitar y animar a las Religiosas la motiva en especial atender a su hija religiosa que era parte de esta comunidad y la cual no gozaba de buena salud. La hija más tarde será llevada a la Ciudad de México buscando su salud, pero finalmente morirá en el mes de diciembre de 1925. 

A pesar de que el panorama parecía ideal para la vida religiosa las hermanas comienzan a cuestionarse si es el lugar ideal para ellas “las condiciones y bases sobre las que ha de fundarse nuestra permanencia en el templo han sido modificadas de tal manera que contraían nuestras costumbres y reglas” (Religiosas, p. 18). Una de las dificultades era que la casa debía tener forma de Cruz y en San Luis Gonzaga eso no existía (p. 37).

1925 AIRES DE CAMBIO

El P. Hinojosa advirtió a las Religiosas a que estuvieran preparadas, el gobierno visitaba las instalaciones religiosas y ciertamente llegaría el momento en que fueran visitadas por la autoridad. Lo anterior sucedió cuando ya se advertía que el Arzobispo, ya en ese entonces, el Sr. José Juan de Jesús Herrera y Piña, deseaba disponer la casa y el templo para otra comunidad de religiosas.

1926 AGOSTO, DÍA 2

“Fue incautado el templo de San Luis Gonzaga, con guardias al frente, dejando dentro todo lo que había y que no les habían permitido sacar”. El Sr. Arzobispo mostró mucha molestia dado que no se habían atendido sus indicaciones de salir a tiempo y sacar todo, las hermanas tuvieron que hacer de su conocimiento las dificultades que tuvieron para ello y finalmente lo que dispersó su malestar fue hacerle saber que el P. Juan José Hinojosa Cantú había estado enterado de todo.  Se hicieron gestiones para recuperar lo que se había quedado en el templo lo cual finalmente se logró.

Las hermanas dejarían así San Luis Gonzaga y ya no regresarían a este sitio, sino que se reunirían primero en casas de familias, luego en una casa de renta hasta que finalmente lograron adquirir una casa propia.

Un recuerdo patrimonial excepcional de este período es el siguiente: Las Religiosas de la Cruz cuentan hasta el día de hoy con un conjunto conformado por un cáliz, un copón y una patena que la Arquidiócesis de Monterrey les obsequió como una muestra de agradecimiento por los años en que estuvieron custodiando el templo de san Luis Gonzaga.      El próximo mes seguiremos con la historia de este templo ahora poniendo nuestra atención en el Siervo de Dios Juan José Hinojosa Cantú.

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