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SAQUEN SUS ROSARIOS…

El pasado Miércoles de Ceniza, 6 de Marzo, después de la Misa de envío, de parte de nuestro Arzobispo, Mons. Rogelio Cabrera López, a cargo de Mons. Juan Armando Pérez Talamantes, con la participación del Padre Oscar Lomelín, encargado de la Pastoral Familiar diocesana, en la Parroquia de San Juan Bosco, dimos inicio a la campaña de 40 Días por la Vida, ubicada en una esquina de la Av. Luis Elizondo de fuerte impacto para los estudiantes del Tec de Monterrey.

Previamente mandé pintar un mural, que representa a un bebé en el noveno mes de gestación, del artista Adrián Monsiváis, en la barda del asilo María Esperanza Nuestra. Se pidieron los permisos respectivos al Municipio y al asilo, así como se informó al Tecnológico de Monterrey de nuestra campaña, se acudió a bendecir el lugar en el que se instalaría el módulo de 40 Días por la Vida.

Se trata de hacer una campaña pacífica de oración, a través de la metodología nacida en el seno de la Iglesia en Norteamérica, que originalmente es enfrente de una clínica abortiva, logrando muy buenos resultados de bebés salvados, así como de mujeres salvadas del síndrome del aborto y de clínicas que cierran a este terrible asesinato.

Aquí en Monterrey, como gracias a Dios no hay clínicas oficiales de este crimen, decidimos hacerlo frente a las universidades locales, para hacer conciencia en los jóvenes estudiantes de este flagelo que amenaza a nuestra patria. Ya estuvimos a un costado del Hospital Universitario con muy buen éxito de septiembre a noviembre del año pasado, sensibilizando a toda la comunidad universitaria, aunque algunas jóvenes a favor del aborto llegaron a poner su stand muy cercano a nuestro módulo, hubo, sin embargo, respeto.

No sabíamos que el mismo 6 de Marzo se había decidido tener la sesión plenaria del Congreso, para votar el reconocimiento del derecho a la vida desde el momento de la concepción, asegurando los derechos de los más débiles de nuestros ciudadanos: los bebés en el vientre materno. Esto se había venido preparando desde 20 años atrás, pero con más presión hace cinco años, y por fin se tuvo este momento histórico, que hace que nuestro Estado se sume a otros 20 estados de la Republica que lo han consagrado en sus Constituciones locales.

No sabíamos tampoco que un grupo de activistas a favor del aborto habían arribado a Monterrey y que traían por consigna reventar el esfuerzo de nuestros legisladores. Ya un día antes nos habían manchado el mural con una lata de pintura verde y habíamos recibido amenazas a través de redes sociales.

Las activistas se dividieron en varios grupos, muy bien entrenadas para gritar sus consignas. Un grupo se dirigió al Palacio del Congreso y otro se dirigió a nuestro módulo, y por espacio de seis horas estuvieron gritando porras ofensivas y amenazas, tratando de provocarnos y distraernos del empeño. Gracias a Dios, su esfuerzo fue en vano, porque no lograron desconcentrarnos. Nos apoyaron varios jóvenes del Tec, algunos con sus instrumentos musicales, violín y guitarra, y cuando supimos la noticia de que habían aprobado el derecho a la vida en el Estado de Nuevo León, nuestra alegría fue mayor y cantamos y rezamos con mayor entusiasmo y terminamos hasta la noche nuestra guardia, a la vez que se retocaba el mural dañado.

Las activistas gritaban distintas frases, muy corrientes y ofensivas para un hombre, peor para una mujer, que dejaban entrever un feminismo de los más radicalizados que, por lo demás, no son frases originales, son las que han gritado las activistas por el aborto en Argentina, por ejemplo, en esta guerra cultural que ellas han iniciado y que nos convence, cada vez más, que es una batalla decidida contra la vida, la dignidad de la mujer y la familia.
Entre otras cosas, gritaban: “saquen sus rosarios de nuestros ovarios, saquen sus doctrinas de nuestras vaginas…”, además de consignas a favor del Estado laico; nos llamaron asesinos e intolerantes, etc, y esto por espacio de varias horas.

Utilizando una mirada contemplativa comunitaria y misericordiosa, con este hecho que Dios me permitió vivir con este pequeño grupo de valientes laicos me doy cuenta del peligro para los núcleos, persona familia, comunidad sociedad, y de la solidaridad que debemos a los más pobres: los niños en el vientre materno.

Me sorprendo por el riesgo en el que está nuestra juventud, por la ideología que las envuelve, sobre todo a las mujeres jóvenes, cegadas a la realidad y a la gracia de Dios, si es que están bautizadas, a la verdad objetiva. No se dan cuenta que tratamos de rezar para abogar en favor de los niños que en el vientre de sus madres no tienen voz, y de las mismas mujeres madres, que ya no pueden renunciar a su maternidad, porque si optaran por el aborto, lo único que serían es madres de un niño muerto, algo que les pesará toda su vida.

Demuestran un rechazo a la Iglesia y su autoridad, que supuestamente les quita sus libertades, pero, si se sentaran a reflexionar un poco, encontrarían que es Jesús el que respeta la dignidad de la mujer y su libertad, que también tiene autoridad para enseñar y esa autoridad se la concede a San Pedro y sus sucesores (Mt 16, 18), es decir, a la Iglesia jerárquica que, en comunión con todo el Pueblo de Dios, no se equivoca para nuestro bien y esta autoridad se ejerce por amor. Cierto que han habido abusos de autoridad y la Iglesia ya ha tomado cartas en el asunto para que se juzgue al que lo comete.

Dios, en su designio de amor, nos ha dicho que si queremos ser verdaderamente libres, deberemos de obedecer la verdad: “Conocerás la verdad y la verdad te hará libre” (Jn 8,32), por tanto, si quieres ser libre, hay que obedecer a Dios y a la Iglesia, pues Jesús deja al Espíritu Santo en la Iglesia, como garantía de inerrancia en materia de fe y costumbres cristianas. Es la paradoja del Evangelio: al obedecer somos libres; al morir, vivimos; al entregarnos, nos encontramos a nosotros mismos”. La obediencia no se basa en la fuerza en el temor, sino en el amor, el bien, la verdad, la belleza…”.

Por lo que la Iglesia considera a la sexualidad como sagrada y en el centro del misterio cristiano, como ha escrito San Juan Pablo II, la llamada Teología corporal, pues dentro del matrimonio, en la entrega entre un hombre y una mujer, en su unión conyugal íntima, está también plasmada la unión de Cristo con su Iglesia, por lo que el sexo es materia religiosa y Cristo puede hablar sobre él y la Iglesia también tiene autorización de enseñar en materia de la sexualidad humana.

Por tanto, a la que hemos de sacar de los “ovarios” es a la ideología, como una injerencia arrogante en la creación de Dios, y no a la religión, con la saludable enseñanza de Cristo plasmada en la Doctrina de la Iglesia.
Pbro. Luis René Lozano del Río
Párroco de la Divina Providencia

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