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SABIDURÍA O BANALIDAD

El Evangelio de Marcos 9,30-34 nos ofrece la revelación de la Sabiduría divina en las palabras del Señor Jesús: «El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres, y lo matarán; y, después de muerto, a los tres días resucitará». En seguida, muestra la preocupación de los discípulos: “por el camino habían discutido entre sí quién era el más importante”. San Marcos nos permite ver la diferencia entre el pensamiento de Dios y el pensamiento del ser humano, el primero es Sabiduría, el segundo es competencia por la banalidad.

La Sabiduría del Señor Jesús nos lleva al centro de la vida, Él está consciente de su camino, de su meta, de las implicaciones de sus palabras, decisiones y obras. Esta conciencia es también destello de libertad, pues está concentrado en el sentido de su vida como misión: sabe hacia dónde quiere dirigir sus pasos. El Amor de Dios tiene sus opciones y consecuencias, no está dispuesto a negociarlas, no hay opción de renunciar al Amor. Elías huyó de la persecución por parte del rey Ajab, hasta que encontró fortaleza en el Amor de Yahvé; a Moisés no le fue fácil tratar con el pueblo y con el faraón enviado por Dios para lograr la libertad del pueblo, de hecho, presionado por el mismo pueblo dudó por un momento de la fidelidad de Dios, lo cual le costó no llegar a la tierra prometida. El Señor Jesús, Siervo de Yahvé, no renegará de su Padre ni negociará con los malvados. Jesús está seguro del Amor de Dios Padre y del poder del Espíritu Santo.

El sufrimiento y el miedo son dos sentimientos muy importantes en la vida del ser humano. El mismo Señor Jesús los asumió en su vida y los llevó a la plenitud en su cruz. No es difícil encontrar experiencias, en nuestra propia historia, de momentos en los que pretendimos superarlos mediante el reconocimiento y el poder. Herodes mismo encarna a quien procede humillando y matando a quien le hiciera sentirlos: a Jesús al nacer, a Juan el Bautista al hacerle ver su error y ser empujado por su prepotencia. Los discípulos tenemos esa misma tentación. Es lo que el Señor reconoció en aquella discusión: ¿quién es el más importante?

El Señor Jesús está atento a los pensamientos de sus discípulos. Sabe lo que hay en su corazón. La pregunta que Él hace les ayuda a darse cuenta, a tomar conciencia de la calidad de sus pensamientos, de sus preocupaciones, de sus discusiones, de sus decisiones… están en el momento de aprender a elegir entre dos caminos de vida: la muerte y la resurrección o la banalidad de la fama y el poder de este mundo. Uno es Sabiduría que eleva hasta el cielo, otro conduce a los fines de este mundo. Todo aquél que decida por el Camino de la verdad, el bien, la justicia y el amor debe saber que es un Camino de Cruz: será entregado, burlado, humillado, criticado, usado, minimizado…; será conducido a la muerte moral o física o ambas: hecho a un lado, atacado en sus deseos y proyectos, marginado…, pero, al tercer día, será resucitado por el Amor de Dios. Cada día, al levantarnos y al ir a dormir, estamos ante este dilema. Los discípulos estamos llamados a volver a ser como niños, a tomar el camino de la sencillez y dejar los arreos de banalidad que se nos han pegado por el camino, regresar a la escuela de la fe y del amor, a ser alumnos de esta nueva sabiduría.

Sabiduría o banalidad, he ahí el dilema. Todos los días tenemos estos dos caminos ante nosotros, muchos quieren escapar del sufrimiento y el miedo humillando y amenazando; otros asumen la realidad del sufrimiento y el miedo, tomados de la mano del Señor; son entregados y llevados a la muerte, pero Cristo se acerca y les dice que Dios está al pendiente de ellos y los acompaña en su cruz. Su historia, el camino de su vida sencilla será de servicio y amor, de muerte y resurrección.

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