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Editorial

QUEJARSE ¿REALMENTE AYUDA?

Hoy en día es muy común ver en las redes sociales que cuando alguien publica algo de cualquier índole, ya sea una foto que refleje un logro, un pensamiento, una experiencia, noticia, etc, no falta alguna persona que aproveche para quejarse o manifestar algo negativo.

Pero esto no sólo lo vemos en las redes sociales, sino también en la vida cotidiana es común escuchar comentarios negativos  o quejas del vecino, del trabajo, en el grupo parroquial, en la familia, con la comunidad y en la Iglesia.

Me preguntaba si, ¿El quejarnos realmente ayuda en algo?, ¿Mejora la situación? ¿Aporta algo positivo?

Definitivamente la queja sí ayuda mucho, siempre y cuando sea bien encausada; cuando se hace en el lugar adecuado, en la hora oportuna, con la persona pertinente, por el medio conveniente y con las palabras idóneas. No es cualquier cosa, la queja que aporta valor podríamos decir que es todo un arte, y difícilmente la podrá realizar de manera adecuada quien se encuentra resentido, quien se deje dominar por la molestia o el coraje.

Muchas veces el quejemos, más que reflejar la intención de mejorar las cosas, refleja la falta de paciencia, la herida que tenemos y nuestra dificultad para entender los procesos de los demás. 

Ciertamente hay situaciones que son graves y ameritan no solo una queja, sino una denuncia rápida y oportuna. Sobre todo cuando se comete una clara injusticia, especialmente contra alguien vulnerable, pero eso es diferente a la queja que solo busca un desahogó o que no construye.

Los especialistas en solución de conflictos manifiestan en sus enseñanzas que la queja, por sí sola no soluciona un problema, siempre tiene que estar acompañada de la propuesta propositiva, el diálogo, la apertura y mucha humildad.

La misma Palabra de Dios en las Sagradas Escrituras toca este tema en diversos libros y versículos. Yo en este artículo comparto la invitación del Apóstol Pedro: “Sean hospitalarios unos con otros sin quejarse”, 2 Pe 4,9

En la  invitación que nos hace el Apóstol está la respuesta para la queja, antes de manifestar nuestra inconformidad hay que buscar tener un corazón hospitalario que recibe al otro y busca auxiliarlo. Difícilmente alguien cambiará por sentirse retado, todo lo contrario, la conversión se da cuando hay comprensión y amor.

El mayor ejemplo de este corazón hospitalario está en Jesús y su Palabra, con Él se fueron a quejar de la mujer adúltera. «Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. Moisés nos mandó en la Ley apedrear a estas mujeres. ¿Tú qué dices?» (Juan 8,4-5)

La respuesta de Jesús fue tener un corazón hospitalario. «¿Nadie te ha condenado?, Tampoco yo te condeno». ¿Cuánto agradecimiento y amor habrá nacido en el corazón de esa mujer? ¿Cuál es tú actitud ante el error de los demás?

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Lic. En Comunicación y Desarrollo Organizacional Maestro en Métodos Alternos en Solución de Conflictos.

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