Al interpretar la vocación desde un punto de vista religioso no es raro que se la considere como el privilegio que Dios concede a algunas personas escogidas. Un tesoro muy especial, que no es nada frecuente y que conviene guardar con sumo cuidado. Un criterio básico para descubrir esta vocación sería la obediencia a quienes detectan la autoridad sagrada y de un gran respeto a lo que se interpreta como voluntad de Dios. Al seguir este criterio nos tenemos que dar cuenta que la vocación no solo es para sacerdotes y religiosos.
Hay que cuidar de no reducirla o confundir la vocación, con una profesión, debido a que la profesión se realiza con unos estudios y solamente implica un tiempo determinado, y que te hace funcionario o experto en una disciplina que está sujeta a un horario, mientras que en la vocación se implica la vida, es decir toda la persona, con su libertad, voluntad y conciencia.
Después de ver las diferentes nociones de vocación, tenemos que partir de una definición que sea la más acertada y que no caiga en reduccionismo y confusión, y esta es la siguiente: La vocación es un acontecimiento misterioso en el cual el hombre, dialogando con Dios, adquiere conciencia de una misión situada históricamente y se compromete en una respuesta concreta.
Decimos que es un acontecimiento porque es algo que ocurre en la vida del hombre, que surge como algo nuevo rodeado de circunstancias históricas. Y es misterioso porque se comprende y vive sólo en la conciencia de la presencia de Dios, y no se debe de entender como algo oscuro u oculto, al contrario, el misterio de la vocación ilumina grandemente la vida del hombre y todas sus circunstancias, da claridad y seguridad para obrar, da sentido a la vida. El hombre como actor, aunque es Dios quien llama, el hombre tiene en esta relación la calidad de una persona actuante, es colaborador de Dios en misterio de su propia vocación, ya que es el hombre el que realiza desde su conciencia su proyecto vocacional tomando en cuenta la voluntad de Dios. Dialogando con Dios es fundante para el hombre, es una de las características que lo definen, es un ser en relación consigo mismo, con los demás y con Dios, estas tres relaciones estarán presentes siempre en su proceso vocacional. Adquiere conciencia la vocación es una cuestión de conciencia, aunque Dios llama a todo el hombre, este don pide la correspondencia por medio de la disponibilidad y la acción del hombre. De una misión, vivir una vocación exige asumir una misión en medio del mundo y dialogar constantemente, tanto con el mundo, como con Dios y con la comunidad, para comprender el sentido de esta misión. Situación históricamente porque toda vocación tiene una referencia a la situación histórica en la persona. Se compromete en una respuesta concreta, la respuesta es un elemento esencial de la vocación, porque no hay vocación si no hay llamado de Dios, pero tampoco si falta la respuesta del hombre.
La vocación no es una luz cegadora que aparece en la vida de forma evidente. Es la capacidad de dialogar con las necesidades del mundo y la sociedad, con el corazón de Dios que es Padre de los pobres, es poner la vida en juego. La vocación comporta siempre un componente de aventura, de riesgo. Siempre será como lanzarse al agua sin estar seguro de su profundidad. Se parece a un enamoramiento, en el cual todas son interpretadas desde el amor y todas se relativizan porque la persona amada se comprende como la referencia esencial.
Se caracteriza así a la persona llamada como alguien que ha salido de sí y de sus intereses para buscar la voluntad de Dios que son los intereses del pueblo de Dios. La vocación exige la dedicación de las personas con todo lo que ellas son. Por ello hay que reconocer que la vocación nos tiene, nos posee y nos destina a dar unos frutos concretos, de acuerdo con la vocación que elegimos.