Celebrar la Pascua el Señor es la fiesta más saludable, es la fiesta de la Salvación, es la fiesta de nuestra fe en que el Amor de Dios vence sobre el odio en el mundo.
El Amor de Dios es el que nos ha dado la existencia. El Amor es relación entre dos personas, por ello podemos reconocer nuestra relación personal con Dios. El amor del ser humano es limitado, pero el Amor de Dios es perfecto y eterno. El ser humano tiene acceso a la eternidad por el Amor de Dios que ha side derramado sobre él. La resurrección del Señor Jesús es la garantía de la vida eterna para el ser humano, invitado por Dios para vivir en una relación de amor personal desde esta vida.
Cada uno de nosotros ha sido llamado a la existencia por Dios, por puro Amor suyo, en toda su Libertad Divina. Por el bautismo, somos llamados a la plena comunión con Él en virtud de su mismo Amor en Cristo. Por nuestro Bautismo hemos sido consagrados al Amor de la Santísima Trinidad, de manera que nuestra vida está siempre bajo su Amor. El ser humano “puede” vivir en una constante relación de amistad y de amor con Él, no en virtud de sus propias fuerzas y cualidades, que de hecho ha recibido de Él, sino de la misericordia de Dios Padre que ha querido enviarnos a su Hijo Unigénito a revelarnos y comunicarnos la plenitud de su Amor.
La fe en la resurrección del Señor es una fe necesariamente conectada al Amor. El hecho de conocer esta noticia es ya un acto de Amor hacia nosotros, llevar y compartir esta Buena Noticia es un acto de amor para cada ser humano, ya que se le presenta el hecho que Dios viene a la vida del ser humano para entregarle esta revelación y hacerle esta invitación: el Amor de Dios triunfa sobre el odio del hombre en el mundo y nos invita a la vida de la comunión plena con Él. La tarea evangelizadora de la Iglesia tiene este núcleo: anunciar a todos el Amor de Dios revelado en Jesús, su Hijo. Fe y Amor están interconectados y por ello pueden generar la Esperanza en los corazones humanos.
La Esperanza cristiana es una manera de vivir para cada bautizado, es una manera de pensar y de ver la vida en el mundo que lleva a reconocer el recto valor de las cosas del mundo y de las experiencias humanas. La resurrección de Cristo arroja luz sobre la historia de cada uno de nosotros, nos ayuda a “recordar con gratitud el pasado, a vivir con pasión el presente y a abrirnos con confianza al futuro: « Jesucristo es el mismo, ayer, hoy y siempre » (Hb 13,8).” (Juan Pablo II, Novo Millennio ineunte, 1). En la noche de Pascua, el ministro marcó el Cirio Pascual con las palabras: “Cristo ayer y hoy, principio y fin, alga y omega, suyo es el tiempo y la eternidad, a Él la gloria y el podre, por los siglos de los siglos.” Estas palabras enuncian nuestra fe en que su resurrección atraviesa toda la historia y nos llama a la eternidad con Él. El cristiano sabe ya el desenlace de la historia: el amor vence al odio y el bien vence al mal. Por ello, el cristiano vive la injusticia, el sufrimiento y el dolor, propios de la vida en este mundo y de la condición del ser humano en el mundo de una manera especial: como participación en la cruz de amor del Señor Jesús, una pasión en el Amor, una muerte en el Amor de Dios, que no quita nada del sufrimiento y dolo real, pero nos abre al consuelo y la fortaleza del Amor de Cristo en la esperanza del triunfo final.
La fe en la resurrección del Señor no es una mera narrativa humana o un punto de vista más entre la pluralidad de perspectivas en la sociedad. La fe toca la vida y la orientación en el mundo de cada ser humano. Las preocupaciones e inquietudes de hoy requieren de una luz para poder ser satisfechas y superadas. Cristo resucitado llega hasta donde el ser humano vive para ofrecer su luz, luz de la vida, luz del amor que nos orienta hacia plena comunión con Dios y con los hermanos, por el camino de la verdad, del bien y de la justicia, enriquecidos con su caridad y misericordia, para generar esperanza en cada corazón. La presencia de Cristo, la amistad personal con Él, marcan la vida, cambia nuestra forma de ver las cosas, consuela y hace valiente a quien se abre a su amor, lo encamina hacia la alegría que no tiene fin.
¡¡Qué bueno es celebrar la Pascua del Señor!!
¡¡Felices Pascuas!!