Tenemos grandes conflictos con nuestros hijos adolescentes. Durante la infancia todo fue maravilloso, hoy es insoportable: hay mucha tensión entre nosotros, hablar nos lleva a pelear.
A mi esposa le digo “no te lo tomes a personal”. Ella me revira “¿entonces vamos a permitir esas faltas de respeto?”. Como papás, sabíamos que iba a llegar la terrible adolescencia. Vemos a nuestros hijos vivir una auténtica metamorfosis: grandes cambios físicos y emocionales.
Discutimos, peleamos, amenazamos, parecemos enemigos. Cuando el verdadero enemigo es la ignorancia, no nosotros, ni nuestros hijos ni nosotros como esposos. El enemigo a vencer es la ignorancia de no conocer ni comprender qué pasa en la adolescencia.
La adolescencia es el momento de transición entre la niñez y la edad adulta. Es una etapa donde el adolescente busca su propia identidad y se esfuerza para conquistar su autonomía. Para conseguirlo es necesario irse separando de las figuras paternas y la actitud que ellos desplieguen influirá mucho en el desenlace.
Las hormonas detonan la transformación física y emocional. Lo que vemos por fuera, es que los adolescentes van creciendo en tamaño; su cuerpo se hace grande, quizá igual o más que sus papás. Pero por dentro se están dando pasos imperceptibles a la madurez. Los cambios se activan por un reloj biológico, que es inconsciente e involuntario. Es un proceso que requerirá de varios años.
El cerebro del adolescente es la pieza clave para entender lo que está sucediendo en el interior. Durante esta etapa las neuronas generan mayores conexiones, lo cual permite al adolescente pensar más y más rápido. Ya no son como niños, ahora perciben, cuestionan, opinan y critican sobre lo que pasa en la familia.
En el proceso de maduración del cerebro, se afirma que está completo el órgano a los 16 años, pero el proceso de madurez se concluirá en las mujeres a los 22 y en los hombres a los 24 años de edad. Lo primero que madura es la parte del cerebro que se involucra con las emociones, por ejemplo: miedo, enojo, tristeza, es cuando las emociones salen de control y es tiempo de empezar a controlarlas.
Algunos adolescentes se guían por la experiencia de lo agradable o desagradable. Realizar una acción agradable ocasionará que el cerebro libere dopamina y surja así, la experiencia del placer. Pudiendo llegar al grado de sólo querer hacer aquello que sea placentero y dejando de lado el cumplimiento de los deberes.
La adolescencia es una etapa de construcción, de aprendizaje, de entrenamiento para la vida adulta. Alejémonos de verlo como una etapa de enfrentamientos y conflictos. Ya no será como en su infancia, va creciendo, viviendo nuevas experiencias tanto externas como internas, cambios en su cuerpo y en su mente que a veces ni siquiera entiende, pero ahí es donde los papás tenemos que entender y acompañar a nuestros adolescentes.
La falta de madurez de nuestros hijos se complica con nuestra inmadurez personal. Que seamos adultos y padres de adolescentes no significa que estemos preparados para esta prueba. Aunque nuestros hijos den la imagen de fuertes y seguros, nada más lejos de la realidad, interiormente son verdaderamente frágiles y muy vulnerables. Quizá igual que nosotros. Están buscando su identidad personal.