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Historias de vida

NUNCA SE OLVIDARON DEL PUEBLO NECESITADO Y ASÍ SERÁN RECORDADOS

*Fotografías cortesía Jesuitas México*

Al Padre Javier Campos Morales S.J. a quien apodaban con cariño “El Gallo” de 79 años, junto a su compañero de viaje y vocación, el padre Joaquín César Mora Salazar S.J. de 80 años, ambos pertenecientes a la compañía de Jesús, así como a Pedro Eliodoro Palma, guía turístico de la Sierra Tarahumara, les fue arrebatada la vida el pasado 20 de junio dentro del Templo San Francisco Javier que se encuentra en la comunidad Cerocahui, Chihuahua.

Sin tener el enorme gusto de conocer a tan admirables y serviciales sacerdotes hoy en día podemos reconocer la valiosa y tremenda labor que hicieron por los más pobres y necesitados; lograron que el mundo conociera la existencia de Cerocahui, lograron que sintiéramos cercana la belleza de la Sierra Tarahumara, pero al mismo tiempo nos diéramos cuenta de la triste y dura realidad que viven sus habitantes.

Esta noticia que causó conmoción en millones de personas, una vez más, ha dejado en evidencia la terrible situación en la que vivimos el pueblo mexicano a causa de la violencia y el crimen organizado.

Pareciera que Dios habría concedido un enorme regalo a estos dos sacerdotes, puesto que ambos, pocos meses antes habían charlado con el P. Luis Gerardo Moro, prepósito provincial de los Jesuitas en México, quien brindó un mensaje durante la misa de cuerpo presente de sus hermanos sacerdotes, en donde señaló: « Javier, El Gallo, me dijo: “Gerardo, ésta es mi vida, de aquí yo quiero salir en un ataúd”; por su parte, Joaquín me dijo provincial, aquí quiero morir” ».

Las palabras del Padre Gerardo Moro SJ, causaron un resueno fuerte en el alma y en el corazón de muchos: «En este altar fueron asesinados nuestros hermanos Javier Campos SJ y Joaquín Mora SJ. Aquí están los orificios de las balas. Aquí ofrecieron sus vidas por amor al pueblo Rarámuri y al pueblo mestizo de la Tarahumara. Nuestros queridos Joaquín y Javier nos están abriendo una puerta y un camino para recuperar la Paz. Una Paz perdida hace décadas».

A su vez declaró que en memoria del P. Javier y el P. Joaquín, así como de las miles de personas que han muerto en la Sierra Tarahumara: «Los jesuitas no nos vamos a ir de aquí. Queremos seguir aprendiendo de ustedes. El Gobierno solo no puede resolver el problema tan complejo de la violencia. Desde este Santuario de Paz invitamos a los distintos actores sociales, eclesiales y políticos a dejar diferencias y buscar los acuerdos que México necesita».

Tanto al Padre Joaquín como al Padre Javier, se les recordará siempre con muchísimo respeto y cariño, entre fieles de sus comunidades, alumnos, hermanos sacerdotes y todas las personas que tuvieron el placer de conocerlos. Algunos destacan la pobreza en la que vivía el Padre Joaquín “Morita”, quien al recibir algún donativo tanto de ropa, alimento, económico o lo que fuese, pero pensados en él, prefería repartirlo a las colonias o familias que más lo necesitaran, así como aquel que disfrutaba la lectura y la compartía con voz morosa a los demás, particularmente su libro favorito “Mi pie izquierdo”; o al Padre Gallo quien oficiaba sus misas en español y rarámuri para que nadie se quedara sin entender, a quien no le importaba viajar 10, 15 o hasta 25 horas para visitar a los pueblos más lejanos, y así poder acompañar a quien estuviera viviendo sus últimos momentos y brindarles la unción y reconciliación, entre muchísimas otras acciones que ambos sacerdotes hacían por el bien del prójimo, porque ante todo tenían muy en claro el mandamiento del amor, mandamiento que Jesús compartió a sus discípulos, y que ellos lo llevaron a la realidad “nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos”  Juan 15, 13.

Por su parte, Mons. Rogelio Cabrera López, Arzobispo de Monterrey, en su homilía durante la misa de ofrecimiento por el descanso eterno del Padre Joaquín y del Padre Javier, en la Catedral Metropolitana compartió: «Vamos a unirnos en oración, vamos a presentar ante Cristo a dos de sus hijos, compañeros de viaje, a Javier y a Joaquín, ellos son de la compañía de Jesús, el carisma de esta congregación es ser compañeros; cuando le preguntaron al padre Javier qué hacía en la sierra Tarahumara dijo: “estoy para acompañar al pueblo”, es acompañar a Jesús, ser compañeros de viaje en este viaje tan difícil, tan complicado, tan agresivo, pero que junto a Jesús podemos respirar perdón, misericordia y amor».

El Papa Francisco también extendió sus condolencias ante este suceso: “Expreso mi dolor y consternación por el asesinato en México, anteayer, de dos religiosos jesuitas y de un laico. ¡Cuántos asesinatos en México! La violencia no resuelve los problemas, sino que solo aumenta los sufrimientos innecesarios”.

Ambos padres vivieron su infancia y adolescencia en la ciudad de Monterrey en donde surgió la vocación y el deseo de convertirse en rostros y siervos de Cristo.

Ojalá que la vida y ejemplo del Padre Joaquín y del Padre Javier nos lleven a una reflexión constante de la búsqueda de la paz y de la justicia, que con nuestros actos, siempre solidarios y empáticos, construyamos un mejor lugar para poder disfrutar la vida y alcanzar la plenitud el día en que Jesús nos llame a su encuentro. 

Nos unimos en oración por el eterno descanso de estos pastores de la Iglesia, quienes contribuyeron en totalidad a la construcción del reino de Dios en los lugares más recónditos y necesitados de nuestro país, pidiendo que brille para ellos la luz perpetua. 

Escrito por

Coordinadora de Relaciones en Equipo Pastoral Siglo XXI Lic. Ciencias de la Comunicación.

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