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“NO TENGAN MIEDO A LOS QUE MATAN EL CUERPO” Mateo 10, 24-33

Un buen cristiano no debe tener miedo a los rechazos, las enfermedades, los problemas, la incertidumbre, lo desconocido… El cristiano sólo le debe temer a una cosa: el no cumplir con su misión, puesto que es ahí en donde se le puede ir la vida y la mismísima eternidad. 

Dejar de cumplir nuestra misión es “hacerle caso a Aquel que mata el cuerpo y el alma y los lanza al lugar de castigo”, y a ese sí es al que le debemos temer.

¿No tener miedo? Pero, …¿Cómo debemos enfrentar al miedo? Al miedo se le puede enfrentar de dos maneras: con valor y con seguridad. Primero está el valor: ¿Qué es el valor? El valor como actitud está muy cercano a nuestra valoración real de las situaciones humanas. 

Los valores constituyen una relación en cuanto que nos enriquecen y, al mismo tiempo, integran una percepción de algo magnífico y que nos conduce a querer vivirlo y enfrentar con dignidad cualquier tipo de situaciones por difíciles que parezcan. Un valor puede entenderse como una cualidad del ánimo, fundamentada en estas mismas actitudes, y que nos puede conducir a realizar grandes empresas o a enfrentar los más diversos peligros sin tenerles miedo. 

Decía Ernest Hemingway: “el valor es la gallardía bajo presión”. Pero también está la seguridad: Se trata de aquello que nos hace falta hoy en día para vivir “a tope” los valores del Evangelio.

¿No te has fijado, cómo para enfrentar algunos de los factores atemorizantes, nuestra sociedad ha previsto un sistema de seguridades externas a nosotros mismos? Se venden seguros para los coches, para la vivienda, de gastos médicos, para tu negocio, para los estudios, para el viaje, y ahora hasta para las mascotas, etc… Pero, hay algo que nuestra sociedad no ha logrado ni logrará asegurarnos: la paz y la tranquilidad interior.

Si algo dejó, en el corazón del hombre actual, los terribles y reprobables acontecimientos del tristemente célebre: martes 11 de septiembre del 2001, fue el sentimiento de inseguridad, impotencia, pánico, angustia… Ese día, nos pudimos dar cuenta de la gran razón que tenía Séneca cuando escribía: “una era construye las ciudades y una hora las destruye”. 

El miedo es palpable, pero, … ¿En quién está puesta la seguridad de los hombres? El cristiano tiene puesta en Jesús su seguridad, puesto que como lo dice el Evangelio del día de hoy “hasta los cabellos de nuestra cabeza están contados”, y si bien la angustia no es suprimida si es situada, porque para nosotros la esperanza es certeza, el dolor es iluminado y, la muerte es fecunda.

La vida cristiana marca una pauta de distinción en relación a cualquier forma de vida en que esté ausente Cristo. A aquél al que se le hace patente, en la figura de Jesús, que existe un fundamento del mundo y que él es objeto de amor, le será posible perder el miedo. Los cristianos, a semejanza con todos, no sabemos lo que vendrá mañana, pero, a diferencia de todos, sí sabemos quién ha venido y quién viene. Y así, aquél que posee la certeza sobre la última hora de la vida no tiene por qué tenerle miedo al minuto próximo.

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