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nO HA HECHO CON OTRA … ANTES DE BENEDICTO XIV

2ª parte

Desde 1755, se comenzó a celebrar en México, Misa y Oficio a Santa María de Guadalupe, pero anteriormente no fue así.

El primer intento por tener Misa y Oficio fue hacia el año de 1666.  Ante la solicitud de los Obispos de México, la Santa Sede pidió que se hiciera un examen exhaustivo sobre los datos de las apariciones, tanto la autenticidad de éstas como la historicidad de Juan Diego. Con la Misa y Oficio se buscaba que en México se celebrara a Santa María de Guadalupe el 12 de diciembre.

Al tener la aprobación del Papa, de alguna manera, se estaría dando la aprobación pontifica de las apariciones. Si bien, algunos Papas ya habían dado gracias especiales a la ermita del Tepeyac, incluso, mayores que a la Catedral de México, sin esta Misa y Oficio, podría quedarse esta devoción sólo como una advocación más. Había que llevar esta verdad a los altares.

A finales de 1665 y durante los primeros 6 meses de 1666, se hizo un estudio profundísimo y un juicio que, a la postre, serviría para el tema de la canonización de Juan Diego. A este proceso se le llamó: “Informaciones Jurídicas de 1666” donde se entrevistaron a algunos indígenas de Cuauhtitlán, mestizos y sacerdotes, más 3 intérpretes que también realizaron el acto y juramento de fe, so pena de excomunión.

Del resultado final, se hizo un documento original y 2 copias. Lamentablemente, el original se perdió camino a Roma, una copia se perdió y jamás se encontró. Pero a finales del siglo pasado, Monseñor Eduardo Chávez Sánchez, accidentalmente, -yo diría, providencialmente-, buscando otros datos en los archivos de la Basílica de Guadalupe, encontró, que dentro de un libro reciente había unos papeles que no pertenecían al libro que tenía entre sus manos. ¡Resultó ser la 2a. copia perdida! Esto vino a dar un gran impulso al proceso de canonización de Juan Diego; tanto así que la Santa Sede vio este documento tan bien hecho que le dio el grado de “positio”, agilizando así este proceso de canonización de san Juan Diego.

Para 1666 ya los “proto científicos” junto con algunos sacerdotes como los padres Miguel Sánchez, Luis Becerra Tanco y Luis Lasso de la Vega ya habían aportado datos interesantes sobre la tilma. Para 1752-54, el pintor Miguel Cabrera y el padre Francisco López hicieron otros aportes que posteriormente le presentarían al Papa Benedicto XIV.

Por la pérdida de los documentos en 1666, el proceso se detuvo. Sin embargo, en el pueblo mexicano existía aún el deseo de la misa y Oficio a Santa María de Guadalupe.

México sufrió varias epidemias en el pasado y gracias a la intercesión de Santa María Guadalupe, una a una las epidemias fueron dejando estas tierras mexicanas. La epidemia más desastrosa fue la llamada Matlazahuatl, en 1736, por lo que el Arzobispo de México, junto con muchos otros obispos de la Nueva España realizaron un acto de consagración, nombrando a Santa María de Guadalupe como Patrona de México, en el año de 1737. Así comenzó a gestarse una vez más el proceso para buscar nuevamente la Misa y Oficio.

Al llegar a México el nuevo arzobispo, Mons. Manuel Rubio y Salinas, le suplicaron se sirviese a ayudarles a cumplir con la última cláusula del juramento en que habían obligado a conseguir los privilegios solicitados de Misa y Oficio a Santa María Guadalupe por parte del Papa. El arzobispo aceptó gustoso.

Hacia el año de 1752 se hizo nuevamente un estudio a la tilma de Juan Diego por parte de un grupo de 6 pintores, dirigidos por Miguel Cabrera. El resultado de estas investigaciones las publicó en un libro llamado “Maravilla Americana”, publicado en 1756.

Una vez que se recogió toda la información se la entregó al padre Juan Francisco López, otorgándole todos los poderes por parte de los obispos de México, para hacer las gestiones con la Santa Sede. Así es que reunida toda la información y llevando consigo una copia de la imagen original pintada por Miguel Cabrera a finales de abril de 1752, el padre Juan Francisco López emprendió el viaje a Europa, junto con un grupo de obispos mexicanos para conseguir de la Sede Apostólica, la confirmación del patronato dado por el Arzobispo de México en 1737 y conseguir así la tan anhelada Misa y Oficio a Santa María de Guadalupe.

En el siguiente artículo diremos qué sucedió en Roma con el Padre Juan Francisco López y la comitiva de México para presentarse ante el Papa Benedicto XIV.

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