En el Estado de Nuevo León nos ostentamos de muchas cosas de las que nos sentimos orgullosos, en el sector económico presumimos ser una comunidad de progreso, industrial y emprendedora; en el deporte decimos tener los mejores equipos y la mejor afición, en cuanto a la naturaleza nos sentimos orgullosos de nuestras hermosas tierras, destacando siempre nuestras maravillosas montañas.
Pero también, hay situaciones de las que no estamos nada orgullosos, al contrario, es motivo de alarma y preocupación, una de ellas que deseo compartir en este editorial, es el nada honroso segundo lugar nacional en total de delitos contra la familia (Estadística del Secretariado Ejecutivo Nacional de Seguridad Pública). Y otra nada honrosa situación que recientemente fue dada a conocer, el incremento del número de llamadas por actos de violencia contra las mujeres cuando
pierden los equipos locales, llegando a duplicarse cuando un club es derrotado.
Es necesario que no seamos indiferentes a esta triste realidad y recuperemos este gran tesoro del amor humano. El Papa Francisco, en la apertura del Año dedicado a la Familia realizó un importante llamado en torno al amor en familia, invitándonos a que nos “Acerquémonos a este misterio del amor con asombro, discreción y ternura”.
Asombro: Si no hay asombro, se hace presente en la familia el aburrimiento, la monotonía, y el fastidio, esto mata lentamente el amor y la alegría. Cuando la vida esta llena de tecnología, de fantasía y comodidad se pierde la capacidad de asombro, con ello de disfrutar de la vida y los demás. El que mantiene su capacidad de asombro disfruta de los pequeños detalles, de los milagros cotidianos. El asombro nos hace agradecidos, por la simple y sencilla razón que nos sabemos privilegiados de lo que somos, vivimos y nos rodea. El asombro nos hace valorar, disfrutar y agradecer.
Discreción. Palabra que viene del latín discretio y significa “separar de la mejor manera, para obrar con tacto y buen juicio”, esta virtud, nos invita a ser oportunos, es decir saber hablar y actuar en el momento oportuno con nuestros familiares, no herir, no lastimar. También hay que saber separar los problemas que cualquier familia puede tener, del afecto que todos debemos tener. Hay que saber separar aquello que viene a destruir y corromper. Hay cosas que aparentemente son buenas, pero en el fondo vienen a contrarrestar el amor, la discreción nos invita a tener buen juicio. Elegir de lo bueno, lo mejor.
Ternura. Este valor nos ayuda a contemplar la belleza de la familia, a mirar y comprender la fragilidad y las heridas de cada uno de sus miembros. Nos da la delicadeza para comprender los procesos de cada persona y tener sensibilidad ante los retos, batallas y dificultades de cada uno de los integrantes. La ternura también nos hace acercarnos a la felicidad del otro empatizar con su alegría. Decía Oscar Wilde que en el arte como en el amor es la ternura lo que da la fuerza. Mahatma Gandhi apuntaba en la misma dirección cuando decía que un cobarde es incapaz de mostrar amor. Y así es: paradójicamente, la ternura no es blanda, sino fuerte, firme y audaz, porque se muestra sin barreras, sin miedo.
El Papa nos ha invitado a defender la familia, pero no bastará con reiterar el valor y la importancia de la doctrina y de la moral, es necesario el testimonio tierno, asombroso y discreto. Que mejor ejemplo que la familia de Nazareth de la cual Dios quiso nacer. La familia de Nazareth de la que tenemos mucho que asombrarnos, que al contemplarla en el pesebre nos despierte la más grande de las ternuras y que nos haga discretos como ellos, buscando lo necesario y el mejor camino para amar y formar el corazón.
Lic. En Comunicación y Desarrollo Organizacional Maestro en Métodos Alternos en Solución de Conflictos.