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Editorial

LA VIOLENCIA EN NUEVO LEÓN 

Hace unos días vi una entrevista del todavía entonces Secretario de Seguridad Pública de Nuevo León, donde compartió cifras muy importantes relacionadas con el tema de la violencia y la inseguridad que vivimos. Entre los datos que compartió, resaltó que el Estado de Nuevo León cuenta con catorce mil policías, los cuales están divididos en tres turnos, por lo tanto, en el día a día hay en nuestras calles cuatro mil policías para proteger a seis millones de habitantes, 300 mil comercios, ocho mil escuelas, entre otros lugares que ameritan ser vigilados y protegidos, teniendo así, un déficit de casi la mitad de los policías que se necesitan en nuestra entidad.

El exsecretario de seguridad compartió también, que en Nuevo León hay 16 células delictivas, de las cuales una tiene más de mil miembros, puntualizando que ésta no es la más grande que delinque en nuestras calles. Además, comentó que en Nuevo León se comercializa ocho mil millones de pesos en drogas, los cuales ayudan a sostener la estructura del crimen organizado. Otra cifra que refleja la triste situación que vivimos en nuestra sociedad regiomontana es la violencia familiar, resaltando que los domingos tan solo en dos horas, entre diez y doce de la noche hay 400 casos de violencia familiar.

Otro de los factores que influye en el origen de la violencia, según palabras del propio exsecretario, es que Nuevo León es la capital con más choques en nuestro país con un promedio de 75 mil choques al año, (el segundo lugar nacional tiene 25 mil), añadiendo a este factor que la mitad de los autos que circulan en el área metropolitana no tienen seguro, propiciando que se dé el robo de autos y un mercado negro de piezas automotrices.

Son muchas más las causas que pudiéramos compartir que originan la violencia, pero lo importante es qué podemos hacer para empezar a superar estos altos índices de inseguridad que vivimos. Quisiera proponer algunos puntos que considero debemos de meditar y comprometernos para ir superando la adversidad que vivimos:

1.- La violencia comienza cuando nos olvidamos quiénes somos. No podemos perder de vista nuestra esencia humana y espiritual, tener humildad de saber quienes somos y de dónde venimos.

2.- El amor al enemigo es expresión de la regla de oro, no es masoquismo; es señal de una reciprocidad fundamental en el comportamiento de las personas. Con el amor al enemigo se espera que éste cambie de actitud, que alcance a captar la diferencia entre su comportamiento destructor y la actitud sanante de quien más allá del resentimiento es capaz de responder con la fuerza del amor y del perdón. Quien perdona, no cierra el futuro al adversario o al enemigo; confía en que la persona puede cambiar. Y si no hay cambio, por lo menos se cierra al paso de la violencia. (Que en Cristonuestra pazMéxico tenga vida digna #121).

3.- Necesitamos trabajar en la educación humana, integral y cristiana de las personas, con procesos que den sentido a la vida y la trascendencia no sólo en función de la producción, competitividad y mercado.

4.- Colaborar desde nuestras trincheras en la fortaleza del tejido social, la justicia, la vida familiar y el bien común.

5.- Trabajar en la vida interior, en una sociedad que fácilmente lleva al hastío, al sentimiento de vacío -el cual muchas veces se busca llenar con relaciones tóxicas, acciones violentas, o sustancias lícitas o ilícitas-, es necesario fortalecer la capacidad del corazón de ser perceptivo “de ver y comprender el mundo y al hombre desde el corazón”. (Carta encíclica Caritas in veritate, No. 2.)

Sin duda son solo unas cuantas propuestas, pero lo importante es comprometernos en la construcción del Reino de paz y amor. Finalmente y no por ello menos importante no dejemos de Orar y fortalecer nuestra Fe en Cristo, nuestra paz, para que nuestro Estado y nuestra nación tengan vida digna.

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Lic. En Comunicación y Desarrollo Organizacional Maestro en Métodos Alternos en Solución de Conflictos.

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