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LA MISERICORDIA Y LA PAZ

Las flores que arriban a un hogar esparcen su aroma y alegran con sus brillos transformando el ambiente y el momento, suscitando, en el corazón de quien las recibe, sentimientos de dignidad, aprecio, aceptación y de bien. Si van marcadas por la sinceridad, son un don de amistad, tal vez de amor y, si están selladas por la autenticidad, son un don personal que conmueve los corazones. Ellas en sí mismas son un don, pero si además llegan con unas palabras que clarifican y expresan claramente lo que conllevan: el cariño, reconocimiento, delicadeza y la amistad o el amor para quien son dedicadas, entonces emerge poco a poco una “verdad”, la verdad del amor, por la cual se está en la certeza de ese mismo amor. Esas flores se unirán a otras acciones más o menos personales que podrán fortalecer o debilitar esa certeza en la relación.

En las relaciones humanas, hay experiencias que resultan dentro de las expectativas de cada relación, el cumplimiento de estas expectativas dan certeza de la relación y, cuando son auténticas y sinceramente dirigidas hacia el bien de las personas, forman parte de un círculo virtuoso de conocimiento, promesa, expectativa y realización, el cual lleva la relación a la altura de una relación de esperanza cierta, dentro de la lógica del amor. Si las expectativas no son realizadas, llegamos a un momento de decepción, en el cual la relación es vulnerada.

Pero ¿qué pasa cuando las realizaciones superan las expectativas en el orden del amor? Si aquellas flores no eran esperadas, si las palabras y las acciones no están dentro del pensamiento y del pasado, nos encontramos en un momento nuevo y sorprendente. Sorprende desde el donante, por tres motivos: la historia de la relación, la limitación en el conocimiento del donante y la falibilidad del donante. Es nuevo por tres motivos: la ruptura en la historia de la relación, el reconocimiento del donante por parte del beneficiario y la re-novación de la relación, iniciando un nuevo ciclo de conocimiento y promesa. Los eventos de amistad y amor no esperados dan una certeza nueva y fortalecen los lazos de la relación, por el nuevo conocimiento del interior del donante. La amistad y el amor mostrados en la relación conocimiento y promesa son muy frágiles y requieren una sensibilidad y cuidado especiales por parte de las personas en orden a renovar, con el ritmo y calidad adecuados, dicha relación.

La MISERICORDIA divina es uno de esos momentos de sorpresa y renovación. Los creyentes “sabemos” cómo es el Sagrado Corazón de Jesús, basados en la Sagrada Escritura y en la experiencia del Amor de Dios en la historia de las personas y en la propia. Recordamos los encuentros del Señor Jesús con el endemoniado de Gerasa (Lc 8,26-39), con la mujer adúltera (Jn 8,1-11), con el ladrón crucificado (Lc 23,43), con la mujer pecadora (7,36-50)… en cada uno de ellos muestra un amor que supera la lógica humana, la cual tiene su máximo esplendor en la ley racional y su lucha en la búsqueda de la verdad y la justicia. Pero la MISERICORDIA de DIOS es una experiencia que va más allá del sentimiento y el pensamiento humano, de una manera diferente a la experiencia de las sorpresas de amor y amistad humanas.

La MISERICORDIA del Señor Jesús sorprende porque renueva la ley, llevándola a su cumplimiento en cada atención que tenía con las personas. La RESURRECCIÓN del Señor Jesús sorprende porque, aunque lo había anunciado, el hecho real va más allá de toda expectativa humana. Jesús supera lo esperado. Se presenta ante María Magdalena, se presenta ante los apóstoles, ahí donde estaban escondidos… en esa superación y superabundancia muestra los rasgos de su Rostro, de su Amor. En su Rostro destella su MISERICORDIA.

En estos tiempos, a un año de haber iniciado los confinamientos y las crisis desatadas por la “pandemia”, hay personas que ya muestran mucho estrés y ansiedad, algunos empiezan a mostrar falta de sentido en su caminar. Es necesario atender con urgencia la salud emocional y espiritual de todas las personas. Aún falta mucho por enfrentar en esta etapa de la historia, no hay razones suficientes para pensar que ya pronto todo volverá a la “normalidad.” Es necesario que el corazón de todos nosotros mantengamos un interior fuerte. Cuando los discípulos estaban lastimados y debilitados por el miedo, el Señor Jesús llega hasta ese cuarto oscuro y con una palabra lo cambia todo: “SHALOM.”

Debido a la alteración de nuestro interior, a causa de las consecuencias de la lucha por la salud biofísica, hay dos modos de reacción que ya podemos observar en algunos de nosotros, en nuestras familias y comunidades: por un lado, el enojo que hace gritar y querer mover todo y a todos a la fuerza; por otro lado el replegamiento, el desánimo que lleva a encerrarnos en nosotros mismos y a tomar una actitud de derrota pasiva. Cuando los discípulos iban en aquella barca y preguntaban a Jesús si no le importaba que fueran a morir debido a la borrasca y los vientos desatados, el Señor se pone de pie y dice a la tormenta y al viento: “Calla” y todo volvió a la serenidad. Cuando los discípulos temían por la muerte en Cruz y estaban escondidos, el Señor llega hasta ellos y dice a sus corazones: “SHALOM”.

La PAZ del Señor nos llama a la serenidad, que nos permite pensar críticamente y discernir desde la fe. Nos permite mirar las cosas desde la MISERICORDIA de DIOS y descubrir las sendas de la Verdad, del Bien y la Justicia. Este año, ante las circunstancias adversas, que muchas personas ya están viviendo, la MISERICORDIA se manifiesta como un llamado a la PAZ de parte del SEÑOR JESÚS. La PAZ del SEÑOR nos sorprende, ÉL llega hasta donde nosotros estemos, así como llegó al Lago y recorrió los pueblos para llevar una PALABRA de PAZ y de ESPERANZA a cada persona, así como llegó hasta donde estaban los discípulos refugiados, así llega hasta nosotros, suscitando un momento de renovación en nuestros corazones, generando la ESPERANZA tan necesaria para ver el presente desde el AMOR de su PASIÓN Y RESURRECCIÓN y el futuro con ESPERANZA.

En JESÚS, el corazón humano puede encontrar fortaleza y recuperar el sentido de la vida para seguir con la lucha diaria. La FE en CRISTO nos permite apoyarnos en la certeza de en Él, hay MISERICORDIA para todos.

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