UNA PALABRA POCO USADA EN NUESTROS DÍAS
En un tiempo donde los estanquillos eran más comunes que las llamadas tiendas de “conveniencia”, se solía oír la palabra “pilón”. El “pilón” era la porción extra y gratuita de la mercancía que el vendedor ofrecía generosamente o que el comprador solicitaba, apelando a la bondad del mercader. Con la desaparición de esa amable práctica, cayó también en desuso la palabra que la representaba, el “pilón”.
En nuestro tiempo, la palabra “virtud” también es poco usada, pero conocer su historia y su significado puede ayudarnos mucho a alentar una muy saludable forma de ser y convivir con los demás.
El uso de la palabra virtud se remonta al lenguaje de los griegos. En griego, «virtud» se dice «areté» (excelencia) o también «dinamis» (fuerza). En la historia de Grecia, los filósofos, amantes del saber, observaban que todo lo que se mueve es por un motor, un dínamo o una fuerza. Hay cosas que se mueven por sí mismas, pero hay otras que son movidas por otros. Los filósofos descubrieron que la diferencia radica en la «naturaleza» de cada cosa. «Naturaleza» quiere decir literalmente, en latín, «la cosa con la que se nace «(natus= nacido y res=cosa).
Así, por ejemplo, si quisiéramos explicarnos ¿por qué un árbol del limón da limones y no naranjas? Tendríamos que reconocer que ello se debe a que cada árbol tiene el poder o la fuerza de producir ciertos frutos, según su naturaleza. De igual forma, si los seres humanos, a diferencia de otros animales, podemos actuar deliberadamente o sea, usando la razón y la voluntad, es precisamente en razón de nuestra naturaleza racional. La naturaleza de cada cosa o sujeto es pues, un «poder con el que se nace para hacer esto o aquello».
Hay que notar que “naturaleza” es otra de esas palabras que, si bien no ha dejado de usarse, ha adquirido un nuevo significado. Para nosotros, hoy, la naturaleza es algo que se refiere al estudio biológico de las cosas, o una palabra que designa sólo el entorno ecológico. Para muchos, “lo natural” es también sinónimo de una conducta “normal”, bajo la razón de que esto o aquello es natural porque todo mundo lo hace. Pero “naturaleza” significa, sobre todo, ese modo de ser con el que nacemos o existimos y “ese modo de ser” es tan original que representa el conjunto de capacidades específicas que cada ser tiene.
La “naturaleza” está estrechamente ligado al concepto de “virtud” porque, por así decirlo, la naturaleza representa una fuerza “bruta” que, si la sabemos trabajar y usar con firme decisión, se puede convertir en una fuerza, más grande aún. Engrandecer las fuerzas de nuestra naturaleza es la meta de las virtudes. Como la naturaleza, también la virtud es un «poder» o una «fuerza» con la que, sin embargo, no se nace, sino es una fuerza que uno puede adquirir, a fuerza de repetir la misma acción.
A esa fuerza adquirida por la repetición constante de ciertos actos, los filósofos griegos la llamaron «hábito». Por ejemplo, todos nacemos (naturaleza) con la fuerza o el poder de correr (potencia motora); pero quien repite esta acción todos los días, adquiere una fuerza (hábito) que le da el poder de correr más rápido, más fácil y con más gusto que cualquier otro que no lo hace a diario o lo hace poco. Como correr es un acto que conviene a la salud del cuerpo, a este hábito bueno por el que se alcanza la «excelencia» de la fuerza motriz se le llama «virtud».
Por el contrario, repetir frecuentemente un comportamiento que perjudica el bien natural de la persona, es a lo que se llama «vicio». El hábito es un poder o una fuerza por la que se actúa más fácil, más rápida y más placenteramente. También el vicioso actúa con facilidad, prontitud y placer, una conducta que, sin embargo, no perfecciona, sino que destruye su naturaleza. Cuando el hábito es bueno se llama «virtud» y cuando es malo, se llama «vicio».
No olvidemos que “amar a los demás” es un ejercicio que no podemos hacer, si primero, no lo practicamos con nosotros mismos. Las personas que tienen hábitos buenos, se ayudan a vivir mejor y hacen más placentera la vida de quienes les rodean. Una naturaleza humana, fuerte y robustecida con el buen hábito de las virtudes, es garantía de una vida personal más saludable y de relaciones con mayor calidad humana.
Rector de la Universidad Pontificia de México