EL ALTAR
In memoriam Diácono Permanente Bernardo Ramiro Fernández Ibarra. QEPD.
Continuamos con el análisis de cómo debe de ser el altar en nuestros templos. Ya el mes
pasado repasábamos varias características que no se deben pasar por alto, las subrayo
nuevamente: debe de ser diseñado en conjunto con el ambón y la sede, no debe de estar adosado
a la pared, debe de ser visible desde cualquier punto del templo y se le debe poder rodear, por
ejemplo para la incensación. Puntos que ya repasamos brevemente el mes pasado.
Continuemos ahora señalando más características del altar:
-Hay que estar muy atentos a la altura del altar. Recuerdo aquel venerable
sacerdote que era muy bajito y realmente tenía problemas cuando celebraba en una de las capillas
del Seminario de Monterrey. No es difícil saber qué altura debe tener (expertos lo aconsejan de 95
cm de altura). Si no, sí puede ser un problema, por alto o por bajo de altura.
-El tamaño es algo a lo que hay que prestar atención: si es muy chico no cabrán ni
los objetos y vasos sagrados que habitualmente se colocan sobre él. El misal romano, el corporal
extendido, el cáliz, el copón, la patena, etc. Todo ocupa un espacio y no debe de ser demasiado
pequeño, pero tampoco tan grande. Todo, por eso mismo, hay que consultarlo con un buen
arquitecto.
-El altar debe de ser único en el templo. En templos antiguos hay algunos altares
adosados a la pared, a veces en gran cantidad, pero conforme el Vaticano II sólo debe de haber un
altar de uso habitual en el aula de la asamblea. No puede haber más. Y mucho menos en templos
que estén en construcción actualmente. Pudiera haber otro en otra capilla, pero esta deberá de
estar completamente separada del aula principal.
– El altar debe de ser accesible para las personas (obispos, sacerdotes, ministros)
que posean algún tipo de discapacidad. Todos habremos estado en alguna ceremonia en la cual
alguno de los ya mencionados tuvieron serios problemas para acceder. A eso me refiero
precisamente.
– El altar debe de ser fijo. Fijo significa que sea inmueble. Que no se pueda mover de
sitio. Fijo no significa sólo pesado, un altar pesado, un mueble, puede ser movido por un número
grande de personas. No. No debe ser así. Inamovible debe de ser.
– El material: se aconseja la piedra, pero puede ser de otros materiales nobles. Lo
que sí se pide es que por su significado no sea de algún material ni frágil (que se pueda romper con
facilidad), ni trasparente.
– La forma: puede ser cuadrado o rectangular o circular. Pero sí hay que recordar
que el simbolismo del altar está muy en relación con la función de ser la mesa del banquete.
Expertos señalan que también hay que considerar cómo se colocarán y se verán sobre el altar los
manteles.
– No es conveniente inscribir en el altar nombres de donantes tampoco el del
párroco en turno. Puede parecer una solución “buena” al momento de allegarse los fondos, pero
no es conveniente que se haga.
– A un altar se le pueden colocar aún reliquias conforme la tradición antiquísima de
la Iglesia, pero las reliquias deben de ser auténticas, es decir, que tengan un origen histórico
seguro y las reliquias deben de ser grandes: este aspecto hace referencia a que debe de ser
reconocible como una parte de un cuerpo de un santo. No sólo partículas diminutas, sino una
parte de su cuerpo humano. El sitio para ubicar la reliquia dependerá mucho del estilo y
arquitectura del altar. Ya no se exige que vayan a modo de las aras de los altares antiguos.
– Por último, pero no por ello menos importante: veamos con detenimiento el
diseño del altar para sea bello. Todos nosotros habremos visto altares muy bellos, inspiradores de
profundos contenidos teológicos, pero también recordaremos algunos altares que nos han dejado
estupefactos “¿qué es esto?… ¿qué es eso?” Procuremos la belleza en el altar. Todos lo
agradeceremos.
Ojalá que este repaso, del mes pasado y del presente mes, de las características del altar
nos sirvan para analizar el altar de nuestra parroquia o capilla y que sirva de guía para que el altar
sea un mejor elemento, más bello, más práctico, con un más claro sentido teológico en nuestros
templos.