EL CONFESIONARIO
En los templos parroquiales antiguos se acostumbra que haya un espacio (o más) destinados al sacramento de la reconciliación. Todos hemos visto en los viejos templos estos muebles, en muchas ocasiones, en el interior de los muros, destinados para que el sacerdote se siente enmedio y pueda haber dos personas, una a cada lado, o confesándose o esperando su turno a través de rejillas.
Lamentablemente la experiencia en los confesionarios a veces es de un lugar de tortura, pero no por la “regañada” ni por los “coscorrones” sino porque el lugar es incómodo, por ejemplo, las piernas no caben al hincarse y hay que hacer (literalmente) “piruetas” al entrar o no se escucha o los que esperan su turno escuchan todo lo que no deben escuchar.
¿Qué se requiere para un confesionario en un templo nuevo? Para una capilla o parroquia nueva ¿Qué se debe de considerar? Poco y a la vez mucho.
Un espacio en el cual el sacerdote pueda escuchar al penitente y viceversa. Eso incluye que el sonido del templo o del coro no sea tan fuerte que les impida comunicarse. Y que lo qué ellos dialoguen no sea escuchado por más personas.Que ambos estén cómodos.
En las últimas décadas se ha vuelto más común el tener un cubículo para el sacramento de la reconciliación dónde el sacerdote puede sentarse de un modo adecuado y el penitente puede confesarse, ya sea de forma anónima por medio de una rejilla o frente al sacerdote, y el penitente puede hincarse en un reclinatorio o quedarse sentado. Esto siempre teniendo cuidado de que lo ahí tratado no sea escuchado por un tercero.
Pero esto, que también, parece bastante simple en ocasiones no es llevado a buen puerto en el diseño arquitectónico, y a veces las dimensiones no son cómodas para el sacerdote o para el penitente. En ocasiones asuntos tan simples como que el confesionario no sea un “horno” en el verano y un “congelador” en el invierno son asuntos que no se resuelven… y los confesionarios quedan de bodegas de figuras navideñas o de platos desechables para las kermeses.
No debemos olvidar también el pensar cómo accederán las personas en sillas de ruedas o en andador y del mismo modo prever dónde van a esperar las personas su turno, unas bancas o sillas dónde las personas aguarden su turno de un modo adecuado.
¿Qué más hay que considerar? El espacio destinado para las confesiones es conveniente que sea decorado con un crucifijo o alguna otra imagen que acorde al lugar aluda a la misericordia de Dios y al perdón.
Poco se requiere, pero qué difícil es lograrlo en un edificio. Recuerdo hace unos 25 años una parroquia en Apodaca, en ese entonces estaba en construcción y fuimos a ver cómo iba la obra. Increíble. Los arquitectos no sabían que se requería para el sacramento y había dos rejillas, pero esa rejilla localizada a la derecha e izquierda del confesor estaban a una distancia de unos 3 metros… sí, 3 metros, y un asiento en medio para el sacerdote. Imposible que el padre pudiera confesar a uno y luego al otro. No había quedado claro cómo debía de ser ese espacio.
Por último, otra anotación: la necesidad de la discreción. Hace unos 10 años revisé un proyecto de un arquitecto que deseaba poner los confesionarios a un lado del altar. Toda la asamblea hubiera visto al penitente entrar. Las bancas se dirigían visualmente a esa pared dónde estaban los confesionarios. Todo mundo hubiera visto quien entraba, cómo salía, cuanto se tardaba. Y el sacramento de la reconciliación exige la máxima discreción posible. Pero tampoco exagerar: un lugar público pero discreto. A este respecto: un fijo de cristal que permita ver que los que están adentro están dialogando es muy necesario, esto para tranquilidad de todos.
Poco se necesita, pero a veces es difícil conseguirlo. Un buen diseño puede lograr mucho bien para ese pequeño espacio que hará tanto bien a la misión de la Iglesia.