La palabra vocación viene del latín “vocare” que quiere decir “llamar”. Dios se comunica constantemente con nosotros porque nos ama, así como nosotros nos comunicamos con mayor frecuencia con las personas que amamos. Por tanto, la vocación es un llamado permanente de Dios a descubrir su amor y realizarnos plenamente en la respuesta a ese llamado de amor.
Cuando se toma conciencia de ese llamado, la vida adquiere un sentido nuevo: se deja de atender sólo a gustos e intereses personales y se acude a las necesidades de los demás. La vocación exige un salir de sí mismo y descubrirse como alguien llamado al servicio, ya que no puede haber plena realización sin servicio.
En nuestros días muchos piensan que la vocación es una profesión, un gusto o un destino, por ejemplo; vocación de maestro, doctor, ingeniero; o a un destino: “la vocación es sólo para los buenos, para los santos, para los escogidos”. Pero esto sería reducir la riqueza de la vocación.
La vocación es el pensamiento providente de Dios sobre cada persona, es su proyecto, como un sueño que está en el corazón de Dios, porque ama vivamente a la persona. Como está en el corazón de Dios es un misterio, este misterio envuelve a cada persona partiendo de su realidad, es una llamada que Dios hace día con día esperando una respuesta y un compromiso a una misión específica.
La vocación tiene tres elementos fundamentales que no debemos ignorar, a saber: la llamada, la respuesta y la misión.
La llamada: es un regalo de Dios que nos da a todos los hombres y mujeres personalmente desde nuestra realidad. Esta llamada es iniciativa de Dios, gratuita y amorosa, es personal, por lo tanto, es única.
La respuesta: es la disponibilidad ante Dios que llama. Esta respuesta debe de ser personal, libre, consciente y responsable, para que la persona desarrolle un compromiso total al seguimiento de Jesús.
La misión: es la tarea que el Espíritu nos encomienda. La misión toma rasgos específicos de cada uno de los convocados de la Iglesia y en las diversas situaciones históricas, siempre en orden a construir el reino de Dios en el mundo. La misión se desarrolla en la sociedad.
Por ello este año te invitamos a ti joven que te preguntes: ¿Qué es lo que Dios quiere de mí? Y así descubrir juntos la vocación, el sueño que Dios tiene para nosotros.
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