Hace unas semanas al acudir a la Santa Misa dominical, tuve la oportunidad de ser testigo de una imagen muy sencilla, pero que me dejó un gran aprendizaje. Tiene que ver con la foto que comparto en este editorial, un adulto mayor con un sencillo celular, atado a un palo de escoba para alcanzar la bocina y grabar el audio de la celebración Eucarística.
Se trata de Don Amador, a quien no pude evitar dejar de saludar al finalizar la celebración y preguntarle el motivo de su acción, a lo cual me respondió con gran alegría que graba, para compartirlo con su familia, porque le gusta mucho la Misa y la predicación del sacerdote. Creo que en el nombre de este apreciable señor está el aprendizaje: ¡Amador!, quien con un detalle muy sencillo y humilde, manifiesta un gran actor de amor, compartiendo aquello que él vive con fe y devoción. Pienso que Don Amador con este acto muy sencillo, comparte el amor de Dios que experimenta en la celebración.
Recientemente el Papa Francisco al visitar un centro para personas con diversas enfermedades ha dicho: “Frente a las amenazas a la vida, de las que desgraciadamente tenemos que ser testigos casi a diario, como en el caso del aborto y la eutanasia, la sociedad necesita gestos concretos de solidaridad y amor generoso”.
Los católicos y todos los seres humanos, estamos llamados a valorar la vida, pero no solo defendiéndola, luchando por leyes a favor de ella y manifestaciones, sino sobre todo, siendo testimonio con actos de alegría y amor en la vida diaria, que evidencien que la vida es maravillosa. Cuando sonreímos, cuando compartimos, cuando perdonamos, cuando contemplamos, en toda acción hecha con bondad queda manifiesto el amor y el valor por la vida.
Como Iglesia no podemos quedarnos atrás, nuestros obispos, consagrados, laicos, grupos, movimientos, pastorales en la medida que viven actos pequeños y cotidianos de amor, reflejamos la misericordia de Dios. Claro está que tenemos nuestros proyecto y planes pastorales, pero estos no tienen sentido si no están acompañados de estos actos concretos de bondad y detalles de amor. En la escucha real y activa, abriéndonos a los demás y no cerrarnos solo a nuestras ideas, en el trabajo en comunión, con la corrección fraterna, en la ayuda a los más pobres, o tal ves simplemente regalando un dulce, un saludo, o un vaso de agua, siempre buscando vivir los criterios del Evangelio.
Que en esta mes de las misiones, llevemos estos actos de amor a los que están alejados del Amor, en el que se siente solo, en el que está triste, en el que está enojado o molesto con la vida, con aquel que vive de manera soberbia o equivocada, que todos podamos ser “Amadores”, no necesitamos mucho para hacer el bien, (como Don Amador, un muy sencillo celular amarrado a un palito de escoba) solo un poco de disposición, un noble corazón y recta intención.
Lic. En Comunicación y Desarrollo Organizacional Maestro en Métodos Alternos en Solución de Conflictos.