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“DECIDÍ POR SEGUIRLO Y YA NO SOLTARME DE SU MANO”

Cuando me preguntan acerca de mi vocación, tengo que iniciar cuando era niño, pues tengo la gracia de que mi familia está comprometida con Cristo y su Iglesia.

Nací en Monterrey, Nuevo León, aunque toda mi vida la he recorrido en San Nicolás de los Garza, pertenezco a la comunidad del Santísimo Sacramento, donde tengo bellos recuerdos.

Atesoro con mucho cariño mi infancia, pues fue la etapa en que mi mamá, la Sra. Myrna Guadalupe, pertenecía al coro de mi comunidad. Al tener tres hijos pequeños y no contar con alguien con quien dejarlos, tenía la necesidad de llevarlos a los ensayos y obviamente a Misa cuando tenía que cantar. Desde allí me llamó la atención la vida cerca de Dios. 

Poco después, el sacerdote a cargo de mi comunidad, el padre Luis Carlos Trujillo (que en paz descanse) invitó a mi mamá a formar parte del grupo de Ministros Extraordinarios de la Comunión. Lamentablemente debido a diversos compromisos, tuvo que dejar ese apostolado, aunque no por ello dejamos de asistir a Misa o tener un compromiso fuerte con Dios.

Con respecto a mi padre, de nombre también Rodolfo, en realidad no era de grupos de Iglesia, aunque debo decir que hasta el día de su muerte (11 de diciembre de 2002), era muy devoto a la Eucaristía, demostrándolo con su asistencia cada domingo. 

Un momento decisivo en mi camino con Dios fue cuando tenía unos 12 o 13 años, pues me incorporé a un grupo de Renovación Cristiana en el Espíritu Santo, el grupo Siloé. Hacia los 15 años, en un llamado Encuentro, sentí como Dios tocó mi corazón, fue tanto el fervor que me decidí por seguirlo y ya no soltarme de su mano.

Entonces comenzó una vida muy activa, donde viví o serví en la organización de muchos retiros, Via Crucis, semanas de ejercicios espirituales, fiestas patronales, etc. Era tanto mi compromiso en ese momento, que prácticamente acudía todos los días a la Iglesia. En ese tiempo llegó a la comunidad el padre Jorge Alberto Lira Martínez, quien indudablemente influyó mucho en la pastoral juvenil, de hecho fue él quien me encomendó hacerme cargo del grupo de monaguillos de la parroquia (con la Srita. Melissa Lizet Contreras), que fue una experiencia por demás enriquecedora.

Al poco tiempo llegó el padre Maximiliano Fernández González (que en gloria esté), quien me encomendó formar parte del grupo de Ministros Extraordinarios de la Comunión, donde estuve hasta que llegué al Seminario.

Un aspecto importante para decidirme entrar al Seminario fue haber vivido un ejercicio llamado “Círculo bíblico vocacional”, dirigido por el padre Vicente Díaz Aldaco, que me sirvió para darme cuenta que Dios me ha llamado para el sacerdocio.

Una vez en el Seminario, debo admitir que el acompañamiento de los sacerdotes formadores así como la vida en comunidad, me ayudó mucho para madurar mi vocación sacerdotal. 

Es muy importante en estos años contar con el apoyo familiar, por ello le agradezco mucho a mi familia por siempre estar allí cuando los he necesitado. Otro aspecto a agradecer es el acompañamiento de los párrocos posteriores, los padres Enrique Medina Zamarripa y Ernesto David González Muñoz.  

El Señor Arzobispo, Mons. Rogelio Cabrera López, me ha indicado que me ordenará sacerdote este 14 de agosto, reconozco que tengo nervios, sin embargo, gana más la ilusión por llegar a ese momento, sin olvidar que me estaré ordenando para toda la vida, no solo para ese día.

A ti que me acompañaste en esta breve reseña de mi vida vocacional, te pido una oración por mi ministerio. Que Dios nos bendiga. 

Por: Diác. Rodolfo Guadalupe Amador García

Parroquia San Juan Bautista, Cadereyta

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