Madre, ¿puede rezar por mi, por favor? Le dijo una afligida señora a la monjita que se encontró saliendo por el atrio de la Iglesia, de camino al mercado, para hacer unas compras.
Anóteme aquí el nombre de las personas que quiere, para rezar por ellas, para que no se me olvide, – le dijo la siempre solícita y devota monjita, sacando un papelito escondido en su hábito.
La monjita había escrito en otro papelito, también para que no se le olvidara, todo los abarrotes que necesitaba comprar en el mercado, especialmente para la fiesta de esa noche en su comunidad.
Ya de regreso en el convento, dejó las bolsas con todo el mandado, para que otra hermana preparara la rica cena por el aniversario de la Madre superiora
Ya en la capilla, se disponía a rezar, cuando se acordó del papelito que le había dado aquella compungida mujer para rezar, por sus importantes intenciones y necesidades.
Saca el papelito de su hábito, y comienza a rezar, pero al momento, se lleva las manos a la cabeza, al darse cuenta de lo que había hecho: había cambiado el papelito con la lista de nombres por los que tenía que rezar. La había dejado olvidada entre las frutas y verduras en el mercado.
Huelga decir, que el carisma de su comunidad, era precisamente rezar por las personas en aflicción, sobre todo cuando les pedían oración. Por lo que no le quedó más remedio que rezar por lo que estaba escrito en el papelito:
Dos kilos de frijol y dos tomates;
Un kilo de limón por que está muy caro,
Dos aguacates, aunque no es temporada.
Una lata de sardinas y otra de atún porque es cuaresma, ,
Medio kilo de queso, dos cabezas de ajo, y tres cebollas,
Ah y dos refrescos grandes.
Y tranquilamente se retiró de la capilla, habiendo cumplido con su deber, y con mucha hambre: -a cenar se ha dicho, – se alcanzó a escuchar, – que primero cenar, que ser cristiano. Con lo que limpió y perfumó su conciencia.
+Alfonso G. Miranda Guardiola