El pasado mes de octubre iniciamos un proceso de vital importancia para nuestra Iglesia Católica, ya que iniciamos los trabajos del Sínodo de Obispos que ha convocado el Papa Francisco, donde trataremos un tema muy importante, el cual favorecerá nuestro crecimiento y fortalecerá nuestra fe.
La palabra Sínodo, indica el camino que recorren en comunión los miembros del pueblo de Dios, fundamentado en el pasaje bíblico en el que Jesús se presenta a sí mismo como “el Camino, la Verdad y la Vida” (Cf. Jn 14,6) y al hecho de que los cristianos, en su origen, fueron llamados “los discípulos del camino” (cfr. Hch 9,2; 19,9.23).
Al respecto, el Papa Francisco ha mencionado, en el 50 aniversario de la institución del Sínodo de los Obispos en el 2015: “La Iglesia no es otra cosa que el «caminar juntos» de la grey de Dios por los senderos de la historia que sale al encuentro de Cristo el Señor. Lo que el Señor nos pide, en cierto sentido, ya está todo contenido en la palabra «Sínodo»” (…) “Caminar juntos -laicos, pastores, Obispo de Roma- es un concepto fácil de expresar con palabras, pero no es tan fácil ponerlo en práctica”.
Es por eso importante que todos, los laicos, los consagrados y las consagradas, los sacerdotes y los obispos, nos dispongamos seriamente a vivir la sinodalidad, participando de manera consciente en las actividades que se organizarán en nuestra Arquidiócesis y en cada una de las Parroquias, buscando en todo momento profundizar en esta imperante necesidad de aprender a caminar juntos, siempre escuchándonos y reflexionando en la comunión fraterna, para salir así fortalecidos en la fe que profesamos como miembros de la Iglesia.
“El Sínodo es comunión, participación y misión, esos tres elementos los tendremos en cuenta, porque el Sínodo une a la Iglesia, nos lleva a participar, ningún hermano, ninguna hermana, pueden quedar al margen de esta participación; si hay unidad, si hay participación hay misión, cuando no hay unidad, cuando no participamos, la misión no es posible”.
Vivir la sinodalidad, será posible en la medida de nuestra participación y compromiso, y esto será una de las prioridades en el caminar de la Iglesia diocesana y universal, teniendo el sólido fundamento en la Eucaristía que nos mueve, ya que solo desde la fuerza que emana de la Eucaristía, podremos hacer vida este camino que nos compromete en la caridad para con todos, particularmente con los más necesitados y alejados. Si no abrimos nuestro corazón a la acción del Espíritu Santo, dejándonos interpelar por la realidad y buscando la solución a todo aquello que afecta nuestra vida, será difícil avanzar por el camino del bien.