Hace poco vi un programa de televisión, donde se platicaba sobre los niveles de relación que tenemos con nuestros semejantes y lo resumían en las palabras con que titulé este editorial: Apatía, simpatía, empatía y compasión. Creo que este tema es fundamental en la realidad individualista que vivimos hoy en día. Cada nivel de relación tiene sus repercusiones y sus ventajas. Les propongo que podamos hacer un examen de conciencia para saber que tipo de relación son las que tenemos con los demás:
Apatía: está marcada por la indiferencia por los demás. No se interesa por el vecino, compañero de trabajo, el familiar o “el amigo”. Hoy en día, muchas personas viven sus relaciones sin importarles lo que suceda alrededor; “mientras no me afecte a mí, no hay problema”. A este estado se llega muchas de las veces por desilusiones no superadas, donde se busca protegerse de otra desilusión.
Simpatía: Quienes se mueven en este nivel de relación, se involucran con aquellos que tienen los mismos gustos, o formas de pensar; cuando me gusta su forma de ser. Pudiéramos decir que se relaciona solo con quien le cae bien, con quien le es atractivo por una actitud o cualidad, quien no le cae bien lo excluye. Las relaciones basándose en la simpatía no crecen, terminan por ser pasajeras, solo duran mientras me es útil aquella relación. Al final estas relaciones comúnmente están marcadas por la desilusión y se buscará una “nueva amistad”.
Empatía: las personas que basan su relación desde la empatía conectan con las otras personas a un nivel más profundo, hay comprensión, entendimiento y ayuda. Las personas empáticas viven una calidad de vida superior a los anteriores estados de relación, porque viven con menos estrés y los conflictos interpersonales los resuelven con mayor facilidad. Normalmente son personas muy queridas y buscadas por los demás, es agradable convivir con ellos.
Compasión: es el nivel más alto de relación, además de las características del empático, sabe captar el sufrimiento ajeno y al mismo tiempo tiene la capacidad ayudar a aliviarlo. Desde su dignidad y valor como persona, ayuda a los demás a redescubrir su valor y dignidad. La compasión ayuda al otro, pero el primer beneficiado es quien la practica, porque crece sus capacidades al servicio de los demás.
En este tema, el encuentro de Jesús con los discípulos de Emaús nos deja un gran mensaje. La empatía y compasión del extraño (Jesús Resucitado) con esos corazones afligidos por la muerte de su Salvador (los discípulos de Emaús) les hizo sentir un reconocimiento tan grande al escucharles aquello que les oprimía el corazón, que lo invitaron a quedarse con ellos e ingresaron juntos a una posada a comer algo. Ahí fue que antes de desaparecer, como señal, Jesús partió el pan sobre la mesa, lo repartió, se fue y recién entonces los discípulos advirtieron lo que el Señor les había revelado y regresaron a Jerusalén para contarlo.
Es necesario que vivamos en nuestro interior la experiencia de la compasión, sólo así, nuestras relaciones serán las que necesitamos y necesita nuestra sociedad, solo así podremos transmitir la alegría y los frutos de la Resurrección.

Coordinadora de Relaciones en Equipo Pastoral Siglo XXI Lic. Ciencias de la Comunicación.
