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La voz del pastor

«ÁMENSE LOS UNOS A OTROS. ASÍ COMO YO LOS HE AMADO».

Cristo nos dice “ámense mutuamente como yo los he amado en eso conocerán que son mis discípulos”, vaya medida tan difícil, tan compleja; podríamos decir humildemente que la Iglesia a lo largo de 2000 años han intentado vivir ese mandamiento, pero no siempre ha sido realidad, la mayor parte de nosotros no cumple con esa indicación, pero gracias sean dadas a Dios porque siempre ha habido algunos, algunas, que han salvado a la Iglesia y a la sociedad por el amor con que han vivido tan intensamente.

Ustedes y yo tenemos que reconocer nuestros límites, no hemos cumplido con la indicación, nuestro amor y nuestra vida es muy mezquina, “muy apenitas”, pero le pedimos al Señor con humildad que nos permita amar como Cristo nos ama.

Fíjense qué interesante, en el Evangelio Cristo nos realiza esta invitación a amarnos mutuamente a ejemplo de Él, poco después de que Judas sale del cenáculo a cumplir con su traición, Judas escapa de la comunidad para ir a denunciar a Cristo y Jesús sabiendo lo que iba a realizar, en vez de tener una actitud agresiva contra él, aprovecha para decir dos cosas bien importantes a causa de esa traición: mi Padre será glorificado y también yo seré glorificado. Fíjense bien hermanos como de una línea chueca, Dios saca siempre algo bueno, como de nuestras traiciones, de nuestras equivocaciones, de nuestros graves pecados, Él siempre saca lo mejor, la glorificación a Dios, como de aquello malo que hacemos es ocasión de ser transformado, y Dios ha sido glorificado.

Y lo segundo tan bello que surge de esa traición, un llamado a vivir el amor, “ámense mutuamente”, les está diciendo prácticamente que no vean a Judas como un enemigo y traidor, también a él hay que amarlo: ¡Amen a sus enemigos!, ¡Ámense mutuamente!

El amor tiene un requisito bien difícil, que es perdonar, no hay amor si no se cruza por la puerta del perdón, es difícil perdonar y también qué difícil pedir perdón, no es fácil reconocer lo que hemos hecho mal, como hemos lastimado a las personas que nos rodean, y también qué complicado perdonar, siempre supera nuestras fuerzas y nuestra capacidad, por eso el mandamiento de Cristo tiene un criterio, “ámense como yo los amo”, la Cruz de Cristo es el criterio del amor, el que ama perdona, el que ama sufre, el que ama resiste y aguanta, el que ama da la vida y esto es para todos los días, en nuestro trabajo, en la casa, en la vida matrimonial, el amor tiene esa factura que debemos pagar con alegría, la del perdón.

Vamos a pedir por nuestra Iglesia, por los fieles laicos, por nuestros consagrados y consagradas, por nosotros los diáconos, presbíteros y obispos, que hacemos también las cosas nada bien, pero que todos sin excepción estamos llamados a cambiar.

San Juan cuando escribió el apocalipsis tuvo un sueño, “veo un cielo nuevo y una tierra nueva”, no obstante lo mal que hacemos nuestra tarea siempre hay esperanza, y la Iglesia no pierde la esperanza, ni ustedes ni yo debemos de perderla, podemos dar un pasito aunque sea pequeño en el camino de identificarnos con nuestro Señor Jesucristo: “Ámense mutuamente como yo los he amado”.

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